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Ni San José ni la Santísima Virgen tuvieron la culpa en la pérdida del niño. Ellos no perdieron a Jesús, ni lo abandonaron. Fue Jesucristo quien tomó la decisión de ausentarse, ya que tenía que ocuparse de las cosas de lo alto, de las cosas de su Padre, aunque ello causara un disgusto y preocupación a San José y la Virgen, que lo buscaban con gran intranquilidad.

Cuando la Virgen y San José encontraron al niño, sintieron gran alegría y tranquilidad, y aunque ellos eran sabios y humildes, Jesucristo les explicó el porqué de su ausencia, y allí acabaron de comprender muchas más cosas.

Los pasajes de Jesucristo perdido y hallado en el Templo, hallan en ellos profundas reflexiones hacia Dios, su voluntad, lo que es más importante, lo que es menos, lo que uno debe de hacer o no, las circunstancias, la fe, la luz…, pero lo que nunca se puede encontrar aquí es falta de responsabilidad ni por parte de San José, ni por parte de la Virgen.