
Lo primero que hay que tener en cuenta es que el matrimonio católico es para siempre. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
El consentimiento por el que los esposos se dan y se reciben mutuamente es sellado por el mismo Dios (cf Mc 10,9). De su alianza «nace una institución estable por ordenación divina, también ante la sociedad». La alianza de los esposos está integrada en la alianza de Dios con los hombres: «el auténtico amor conyugal es asumido en el amor divino»
El vínculo matrimonial es establecido por Dios mismo, de modo que el matrimonio celebrado y consumado entre bautizados no puede ser disuelto jamás. Este vínculo que resulta del acto humano libre de los esposos y de la consumación del matrimonio es una realidad ya irrevocable y da origen a una alianza garantizada por la fidelidad de Dios. La Iglesia no tiene poder para pronunciarse contra esta disposición de la sabiduría divina (cf CIC can. 1141).
Por lo tanto, en el caso de infidelidad la Iglesia recomienda el perdón a la persona infiel en aras a intentar salvar el matrimonio y máxime teniendo el sufrimiento de los hijos en caso de que los haya. Hay que hacer lo posible por intentar salvar el matrimonio, puesto que si no hay motivo de nulidad no se puede romper ese vínculo.
La Iglesia permitiría en situaciones extremas, en las que no haya posibilidad de salvar el matrimonio, que el cónyuge que no tiene la culpa pueda lícitamente dejar de convivir con esa persona, aunque en ningún caso es libre para irse a vivir con otra persona.
En esos casos tenemos que sopesar la generosidad y grado de heroísmo que Dios nos pide. En cualquier caso es bueno no desalentarse y pedir a Dios fuerza para perdonar, aunque humanamente nos parezca imposible.
Gracias a los sacerdotes y a la Iglesia, se han salvado millones de matrimonios en España.
¿Quién no es capaz de perdonar a una persona a la que se quiere…?
Muchas veces la gente no perdona por los demás, por el que dirán, etc., pero el bien superior del matrimonio no son los cónyuges, sino los hijos, obviamente cuándo existen, Y POR ELLOS HAY QUE SABER PERDONAR.
70 veces 7, o sea “siempre”!
Dios nos llama ha perdonar