Zipolil es compositor de las misiones
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  Seguramente, muchos de nosotros recordamos la película “La misión”, film de 1986 dirigido por Roland Joffré, protagonizado magníficamente por Robert de Niro y Jeremy Irons, y con la bellísima música del recientemente fallecido Ennio Morricone. Esta película se desarrolla en los territorios de las misiones jesuíticas en la época previa y durante la expulsión de la Compañía de Jesús en los actuales territorios de Paraguay, Argentina y Brasil.

Entre los muchos misioneros reales que dejaron la cómoda Europa para venir a evangelizar a los indígenas americanos, quiero hoy referirme a uno de ellos: Doménico Zípoli.

Zípoli nació en Prato (Italia) en 1688. Desde muy joven mostró sus dotes musicales en los instrumentos de teclado y en la composición. Según cuentan las crónicas de época, en Italia se llegó a compararlo con el mismísimo Doménico Scarlatti (1685-1757).

La música para órgano y clave se desarrollaba y crecía rápidamente en Italia. Zipoli tenía en Europa un magnífico porvenir y un claro panorama para desarrollar toda su potencialidad de compositor.

Sin embargo, Dios tenía otros planes…

El apellido Zípoli hacia 1710 desaparece del mundo musical inexplicablemente. De su primera época queda apenas una obra “Sonata de la intavolatura” para clave. El resto, perdido, al menos hasta ahora. Sabemos que en 1716 aparece un Doménico Zípoli en España en la compañía de Jesús. Algunos sostuvieron que era otro Zípoli. Hoy sabemos que es el mismo.

En definitiva nuestro jesuita cruza el océano y se instala en la ciudad de las universidades del Plata: Córdoba. Aún hoy, la hermosa Córdoba es llamada “La docta” por este luminoso pasado colonial.

Compone para su Córdoba (actualmente Argentina) pero también para las reducciones de Moxos y Chiquitos (Bolivia). Aquí, gracias a Dios, en los últimos 60 años se han encontrado muchísimas obras (y se sigue trabajando en una ardua tarea musicológica). Se rescataron  del olvido un compendio maravilloso de piezas de órgano, la Misa de San Ignacio, un Ave Maris Stella, un Tantum ergo y otras piezas litúrgicas.

De estas obras se han sacado dos conclusiones sobre nuestro autor: la primera es que, por razones caligráficas y de estética musical, es la misma persona de la Sonata que se conserva de su juventud y, la segunda, que supo adaptar su arte a lo que se hacía en  América del Sur, por entonces. Por ejemplo, sus coros eran a 3 voces: soprano, contralto y tenor, ya que el bajo era un registro que el biotipo del indígena no tenía. Sus orquestas eran más reducidas y la duración de sus obras era más breve, que las de un Haendel o Bach, sus contemporáneos del barroco europeo.

Su estilo es el exponente más elevado del barroco colonial americano, puro y esperanzado y profundo.

Además, Zípoli nos muestra un mundo donde los indígenas americanos eran educados por los misioneros para cantar como ángeles y tocar como ruiseñores. Sus solistas vocales, sus coros y sus instrumentistas, aprendían, ensayaban y estrenaban nuevas obras. Esto se demuestra por toda la producción aparecida.

Este esplendor lo vemos reflejado también en la pintura, la escultura, la arquitectura y todo el arte floreciente de aquel momento de gloria de la evangelización de estas tierras.

Este dato muestra con fuerza lo que decíamos antes: los españoles y criollos de Buenos Aires convocaban a las orquestas y coros de las reducciones, con el fin de tener música de calidad para celebraciones religiosas eminentes y determinados eventos culturales. Aquella aldea, que es hoy la multitudinaria Buenos Aires, estaba aún desprovista del nivel musical que sí tenían los indígenas, por la labor pedagógica y metódica de los misioneros.

La gran obra del italiano y su realización por los naturales de América es la conclusión de la santa impronta de San Francisco Solano que, a los más salvajes guaraníes, los cautivó con un violín, para luego conducirlos por el camino hacia la vida eterna.

Qué grandes realizaciones podrían darse, hoy también en lo cultural social político y aún en lo religioso, si pudiéramos unir aquello que alguna vez se rompió: la hispanidad.

Podrán deleitarse con la maravillosa música del gran Domenico inspirado por las tierras americanas en este vídeo:

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