
Dice el dicho que “todo lo que no quieras para ti, no se lo desees a los demás”. Pero parece que ese tipo de mensajes no van con los políticos y mucho menos con políticos mediocres y trepas como Irene Montero.
Todos conocemos la historia del nacimiento de sus mellizos, los hijos de Pablo. Los pequeños nacieron a las 27 semanas de gestación y gracias al buen hacer de los médicos, han conseguido que salieran adelante y que sobrevivieran perfectamente. Ahora, el mundo globalista está feliz porque Colombia ha aprobado el aborto en bebés que estén en la semana número 26 de gestión. De hecho, Montero -a pesar de haber pasado con sus hijos por lo que ha pasado- considera eso como una gran noticia y un gran paso democrático.
“¡Enhorabuena a todas las mujeres colombianas y a todo el país por el importante paso que han dado con la despenalización del aborto! Una sociedad que respeta y reconoce los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres siempre es una sociedad más democrática”.
Un comentario como ese, es despreciable en cualquier persona, pero en una madre que ha pasado por lo que ha pasado con sus hijos, simplemente, repugna. Y es que imaginamos que ella como madre, e incluso su padre, habrán pasado por momentos muy duros debido al nacimiento prematuro de sus hijos y habrán sufrido hasta que han conseguido sacarlos adelante. Hasta que han sobrevivido.
¿Les habría parecido bien que hubieran fallecido? Total, por una semana más… Evidentemente no, como no nos lo hubiera parecido a nadie. Entonces, ¿por qué va a ser bueno para los demás lo que no es bueno para ella? ¿Porque es una gran indecente? Seguramente.
Estos que desean la muerte ajena con tanto ahínco, ya sea mediante la matanza de niños o la eutanasia deberían reventar en un accidente cruel y terrorífico.